domingo, 23 de septiembre de 2012


REVOLUCIÓN CUBANA DE LA ESCLAVITUD Y LA DEGRADACIÓN DEL SER HUMANO. @salamandra2011

 

A las jineteras

Carlos Alberto Montaner
Se dice que ustedes, las jineteras, forman un inmenso ejército de acaso 100.000 jóvenes mujeres que cambian sexo por dólares. Se dice que operan por las noches en todas las ciudades cubanas donde hay extranjeros, y por el día se repliegan a sus casas, donde los familiares, incluso algunos esposos y compañeros sentimentales, no ignoran la forma en que sus mujeres se ganan la vida, o la muerte, si tienen la mala suerte de contraer sida como resultado de contactos sexuales con viajeros enfermos.
Cuba, no hay duda, se ha convertido en un destino frecuente para el turismo sexual. Es verdad que no es el único país del mundo, pero la fama, la mala fama de la Isla en ese terreno, ya es universal. La ironía es que al inicio de la revolución se decía que el comunismo había librado a Cuba de ser el prostíbulo de los norteamericanos, pero el cálculo que entonces se hacía señalaba un total de 10.000 prostitutas en todo el país, y ahora se supone que el número es mucho más alto: se dice, insisto, que la cifra ronda las 100.000 mujeres.
Pero a Fidel Castro esa inmensa tragedia no parece afectarlo. Más de una vez, con cierto cinismo, ha declarado que las jineteras cubanas gozan de la especial distinción de ser las prostitutas más educadas del mundo. Y es cierto: las hay maestras y médicas, abogadas y dentistas, técnicas industriales y estudiantes de biología. Las hay alumnas de bachillerato, que apenas tienen 14 o 15 años, y las hay funcionarias de algún ministerio que ya pasan de los treinta. Y Fidel Castro tiene razón: en ninguna parte del mundo las prostitutas están tan educadas como en Cuba. Sólo que esa observación no mitiga el problema, sino lo agrava, no exculpa a la revolución, sino la incrimina de una manera terrible, porque si algo se sabe con toda precisión es que a la prostitución no se llega como consecuencia de una decisión tomada libremente, sino como resultado de una situación en la que no hay mejores opciones.
A casi ninguna mujer le gusta irse a la cama con un desconocido. Es muy difícil de creer que esas muchachitas abrazadas con europeos calvos y barrigones, con canadienses o latinoamericanos que podían ser sus abuelos, o con cubanos del exterior, viejos pero adinerados, que viajan a la Isla en busca de sexo, se entregan por deseo, por amor o por disfrutar de aventuras. Lo hacen, como todas las prostitutas del mundo, por necesidad. Lo hacen para llevarles alimentos o ciertas comodidades a sus familiares. Lo hacen para tener ellas mismas una existencia materialmente digna, aunque terminen emocionalmente destrozadas.
Castro tiene razón: lo que diferencia a las jineteras de las prostitutas del resto del planeta es, precisamente, que las cubanas, en efecto, están educadas. Uno no ve en Madrid, París o Buenos Aires a médicas o abogadas que ejerzan la prostitución. Jamás aparece en el periódico la detención de una prostituta experta en computación, estudiante de arquitectura o profesora de Física. En todas partes las prostitutas siempre son pobres mujeres con un nivel muy bajo de educación, frecuentemente de origen campesino y carente de apoyo familiar. Eso sólo ocurre en Cuba. ¿Por qué? Porque la educación que les proporciona el comunismo no les sirve para nada. No mejora la calidad de sus vidas. No les permite soñar con un futuro mejor.
Estamos ante un sistema de producción absurdo. Un sistema que penaliza la creación de riquezas y favorece el parasitismo laboral y la promoción no de los mejores, sino de los que más aplauden y repiten consignas. Por eso, cuando las jineteras consiguen radicarse fuera de Cuba no continúan ejerciendo la prostitución, sino retoman sus estudios o comienzan a trabajar normalmente en empresas convencionales como secretarias, maestras, ejecutivas o en donde obtengan un salario razonable que les permita llevar una vida digna, lejos del infiernillo moral y material que dejaron en la Isla.
La coartada del régimen es que el jineterismo cubano es una consecuencia de las tentaciones capitalistas que trae el turismo, actividad que el país se ve obligado a aceptar para aliviar la crisis económica. Pero esa es una descarada falsedad. Mallorca es una isla española por la que pasan veinte millones de turistas todos los años, y es, simultáneamente, uno de los lugares de España más ricos y con menor índice de prostitución y enfermedades venéreas. Lo que provoca la prostitución en Cuba es la estúpida organización económica y social introducida por los comunistas, culpable de que los jóvenes padezcan una vida miserable y carezcan de esperanzas e ilusiones. Y ese fenómeno sólo va a cambiar cuando el sistema impuesto por los Castro sea sustituido por la humana racionalidad que acompaña a la democracia y por la eficiencia que trae la economía de mercado. Hasta que eso no suceda, tendremos que soportar esta tragedia.

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