sábado, 24 de noviembre de 2012

La jueza Afiuni y la ONU


Jesús Peñalve
(@jpenalver en Twitter)
CARACAS (infoCIUDADANO)
24/Noviembre/2012
Para cuando salga esta nota, ya habremos asistido a la presentación del reciente libro “Afiuni, la presa del comandante”, de nuestro amigo Francisco Olivares, testimonio de viva voz de la víctima de uno de los crímenes de estado más abominable que se haya visto en nuestro país, contenido en una cadena perversa de abusos y atropellos que pugnan ante la conciencia humana.
Al tiempo que ha explotado ante nuestros ojos la noticia (la jueza digna fue abusada en el reclusorio en sus más femeninos derechos), Venezuela ha conseguido silla en la Comisión de DD. HH de la ONU. ¿Cuánto costó? No lo sé. Ojalá traiga algo positivo tal ocupación y no huela a azufre patrio.
Así como el estado venezolano ha sido usuario del sistema Interamericano de DD. HH, y organizaciones varias desde el recordado caso de “El Amparo”, ojalá esta instancia (la ONU), sirva para enderezar tanto entuerto. Conviene estar pendiente del ingreso, de sus bondades y aplicabilidad.
A esto se suma el reciente fallo del Comité de DD. HH de la ONU, que sentenció que en el juicio del Eligio Cedeño hubo violación de sus derechos, lo cual se vio en cierto modo –en opinión de quien escribe- aliviado con la sentencia que dictó la jueza Afiuni, con apego al derecho y a la justicia, y en cumplimiento de una recomendación de la Organización.
Harto conocido: hoy en Venezuela corre una triste suerte la jueza María de Lourdes Afiuni, por dizque haber incurrido, supuestamente, en “corrupción sin haber recibido un centavo”.
Lo que se le imputa no está comprobado, no está en el expediente, ergo, no existe. Consta sí, inocultable y vergonzoso, el maltrato, la saña y la cobardía con que se le ha tratado, no solo en su condición de ciudadana venezolana, jueza de la República por concurso, sino como mujer y madre venezolana.
El espejo Afiuni sirve diabólicamente al miedo, a la barbarie, y a la siniestra adulancia.
Nuestra solidaridad con esta mujer comporta una profunda indignación, un reconocimiento a la valentía y al profesionalismo de quien ha actuado con convicción en un caso que, al parecer, interesa mucho a los hilos y mecates del poder.
No puede imputársele a nadie la comisión de un delito, sin que ello apareje la obligación de probarlo en juicio. El Ministerio Publicó –que parece privado- admitió en la audiencia preliminar, que no estaba demostrado en el expediente, que la jueza hubiera solicitado y recibido cantidad de dinero alguna. Entonces, ¿Por qué la reclusión? Es un absurdo jurídico. Es como si se hablara y aceptara un homicidio sin muerto.
Sostener que existe “corrupción sin dinero” o “espiritual” es tan burdo como la sensación de inseguridad de la defensora, la revolución bonita, los intentos de magnicidios, o cualquier otro eslogan o consigna gobiernera, que solo existe en las mentes de sus ilusos creadores, de ideas explosivas y planes diabólicos.
En entrega anterior advertíamos sobre los riesgos que corría la jueza, estando en las mazmorras del INOF. Del peligro que sobre ella se cernía ya tenemos tristes noticias, hechas públicas.
Hoy el país exige justicia, su inmediata liberación en su procesamiento. De allí que su familia, defensores y sociedad civil, exijan, con toda razón, que el sistema de justicia se pronuncia de inmediato.
Resulta curioso, por decir lo menos, que estando hoy en Venezuela los Poderes Públicos en su mayoría, en manos de mujeres, estas no se atrevan a voltear la mirada a ver este caso tan emblemático de saña, injusticia y cobardía. Postración total.
Entretanto, la jueza Afiuni, aún maltratada y vejada en sus más elementales derechos humanos, se muestra convencida de haber actuado apegada al ordenamiento jurídico vigente en el país; entereza y cataplines demostró tener esta valiente venezolana, cuando afirmó: “Si pudiera devolver el tiempo lo volvería hacer mil veces”.

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