Mucha polémica ha despertado la manifiesta intención de la Defensoria del Pueblo de convertirse en juez de la caricatura nacional. Algunos piensan que se trata de una insensatez, por el contrario, quien suscribe cree que es la primera manifestación de auténtica inteligencia que ha dado el actual gobierno en los últimos 14 años, al reconocer donde están sus verdaderos y únicos adversarios. Efectivamente, el humor en Venezuela ha alcanzado una cotas de agudeza e inteligencia que lo hacen verdaderamente poderoso y sumamente peligroso para el poder que no tiene, frente a él, ningún mecanismo de defensa. La desventaja del poder es evidente, pues frente al ingenio que lo desnuda, solo cuenta con cárceles, tanques de guerra, aviones y policías. A uno le da dolor verle así, tan desguarnecido. Estoy convencido de que apelando al principio de la justa guerra y para evitar el apabullamiento, muchas veces, son más bien los caricaturistas los que se limitan frente al abundante material que ofrecen cada día nuestros conductores. Tampoco en ensañamiento es aconsejable.
No dejan de sorprender sin embargo los argumentos de la Defensoría:
- “No se puede llamar arte a estas expresiones que no comulgan con el pueblo y que, además, lo insultan, lo descalifican y lo desprecian sólo por su manera de pensar”. Aquí tenemos una primera cosa, la definición de arte: “aquello que comulga con el pueblo” en principio me parece una buena definición, sólo me inquieta saber quién es el que define si esta comunión se da o no. Nadie duda de que Miguel Ángel es una de las figuras más relevantes de la historia del arte, sin embargo, muchos pensaron que su “Juicio Final” no estaba en “comunión” con lo que se requería: demasiados desnudos, demasiada sensualidad. De hecho, fueron cubiertos algunos de ellos, luego de la muerte del Papa Julio II.
- “La Constitución es muy clara con respecto a la libertad de expresión, la cual tiene el coto de no promover el odio, la discriminación ni el racismo, y es precisamente lo que estos señores están haciendo”. Esta declaración en boca de un gobierno que nunca llamó por su nombre al candidato opositor, sino “majunche” y “cochino”, que insinúa que quien se le opone es enfermo mental, que expulsó a 18 mil trabajadores de una empresa del Estado por sus opiniones políticas sin cancelarles sus derechos adquiridos, que no permitió al canal “de todos los venezolanos” difundir los mensajes de un sector de los venezolanos, muestra que la parábola de la viga y la paja no ha perdido vigencia.
Contrariamente a lo que cree la Defensoría, muchos piensan que la caricatura es el uno de los poderes con los que el pueblo cuenta para defenderse de la arbitrariedad, el abuso y la falta de inteligencia de sus gobernantes, muy especialmente en los momentos en los que la ausencia de verdadera libertad impiden o censuran otras formas de expresión. En las sociedades intolerantes, una de las primeras cosas que se persigue son las manifestaciones de humor, entre otras cosas, porque el humor ayuda a vencer el miedo y un pueblo que pierde el miedo se vuelve peligroso para quien pretende dominarlo. De seguro Guzmán Blanco creyó que “La Delpinada” no estaba en comunión con el pueblo y otro tanto pensaría Castro de “La Sacrada”, Gómez de Leo, Pérez Jiménez de Aquiles. Hasta en los inicios de la democracia los humoristas asustaban a los gobernantes. Para seguir con Aquiles, tenía una publicación humorística llamada “El fóforo” cuyo eslogan era: “porque en cualquier momento lo raspan”.
Cada uno a lo suyo pues: cumplan los caricaturistas con su obligación de poner en evidencia las vergüenzas y los gobernantes con su misión de perseguirlos y acallarlos. La vieja historia de la persecución de las ideas es el mejor combustible del ingenio humano.
La Defensoría amenaza con una compilación de caricaturas, que es el sueño de todo caricaturista. Parece que en el fondo, sin saberlo, en Venezuela estamos todos mucho más de acuerdo de lo que parece.
Hagamos de este lado, como retribución, una compilación de las veces en que la Defensoría del Pueblo se ha manifestado en contra de una arbitrariedad del gobierno. Seguro el resultado será un grueso volumen de 500 páginas en blanco.