miércoles, 30 de octubre de 2013

...pero, aún así, reconstruiremos al país y sus instituciones ...las reservas éticas y morales de los venezolanos al final se impondrán ...

SOBRE LA MARCHA
Por ELIDES J. ROJAS L.

Los flamantes herederos de la vulgaridad

30.10.2013
03:31 PM

El estilacho de la mayoría de los próceres del proceso castrocomunista en Venezuela también forma parte del legado del comandante muerto. El finado impuso un estilo fundamentado en la vulgaridad, la amenaza, la agresividad, la grosería, la calumnia y, con mucho énfasis, en el cinismo. Se pasó 14 años dictando cátedra en la materia y dinamitando todas las barreras éticas y morales que hacen que el debate público sea civilizado y entre gente pensante. Gente decente sería el término adecuado. Pero ganó el comandante muerto, quien hasta último momento, incluso más de allá que de acá, siguió sin piedad acabando con honores, personas, historias e instituciones.


No fue inútil su estadía en la tierra, más allá de que los enchufados de Cuba y de Venezuela le quieran agregar una serie de virtudes que no tuvo. No fue valiente, no es ningún padre de la patria, no fue nunca un hombre responsable ni fue un cultor de las buenas costumbres. No dejó una obra sustentable ni mucho menos. Dejó, eso sí, a unos millones de pobres enamorados de su discurso y de las migas que repartió, muy poco si se compara con lo que regaló, se robaron o despilfarró. No fue un hombre serio con su carrera militar y menos en el mundo político. Muy lejos de Bolívar. Una grosería ese empeño de compararlo con Jesús. No fue un constructor ni mucho menos un hombre de equipos o diálogo. Más bien de grupúsculos y mafias. De presos y perseguidos. Y eso de nacionalista patriota es una coba inmensa. Le entregó el país a los cubanos a cambio de quien sabe qué cosa, pues el beneficio solo lo verán los del clan.


Muy fuerte y diestro en la mentira. Incapaz de hablar con sinceridad y doble cara en muchos aspectos. Mintió sobre su enfermedad, mintió sobre su inevitable muerte producto del cáncer, mintió sobre su vida y sus actos. Hasta los hechos históricos en los que estuvo involucrado como golpes de Estado y masacres están maquillados con detalles y episodios que jamás sucedieron. Su rendición fue convertida en acto de  titanes. Su renuncia envuelta en el manto de los sucesos épicos irrepetibles. Como la revolución misma: miles y miles de mentiras y engaños convertidos en verdades a punta de televisión y plumas mercenarias.


Pero el fuerte del legado está en el discurso. Una forma de hablar en el ámbito político que solo es posible si se cuenta con la impunidad del caso y la protección de unas instituciones que previamente fueron puestas de rodilla al servicio de la cúpula del poder. Ese estilacho del comandante muerto es el que usan los más connotados próceres de la revolución de pacotilla. Y como son verdugos deben calarse que reciban un trato igual, pero no lo hacen. De inmediato reaccionan y amenazan con sus tribunales y sus malandros motorizados. Escuchar a algunos representantes de poderes públicos es ir más abajo todavía. Heredaron al finado, pero más abajo aún, más vulgar aún, más soberbio y con un perfil más delictivo. Amenazan frontalmente con prisión. Amenazan frontalmente con lanzarle a la oposición y a la gente a los malandros pagados por las nóminas del gobierno y al servicio de la dirigencia de algo que todavía llaman partido político, pero que en realidad es una franquicia del poder.


Próceres castrocomunistas, dignos herederos del discurso del comandante muerto.


Twitter: @ejrl

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