lunes, 3 de junio de 2013

 |2 Jun 2013 - 11:00 pm

Santiago Montenegro

El régimen se derrumba

Por: Santiago Montenegro

El régimen chavista hace agua por todos los frentes y costados. La desmedida reacción de Maduro, Jagua y Cabello a la reunión de Capriles con el presidente Santos, más allá de reflejar su autoritarismo, su falta de tolerancia y desprecio por la democracia, es un síntoma de desesperación ante un régimen que se deshace a pedazos.

Entran en pánico porque su rival en las elecciones y jefe de la oposición se reúne con el presidente de un país vecino. Como buen demócrata liberal, el presidente Santos hizo bien en recibir a Capriles y lo mismo hicieron los líderes del Congreso de Colombia. Esa actitud es consistente con una larga tradición colombiana de tolerancia, que también ha acogido a perseguidos políticos de otras latitudes, como Haya de la Torre, José Vasconcelos o el mismo Carlos Andrés Pérez.
La crisis del régimen chavista es tanto económica como política. La crisis económica está simbolizada en la vergonzosa carencia de papel higiénico y de un gran número de bienes de primera necesidad. Los bienes escasean porque creyeron controlar la inflación fijando a dedo los precios los productos de la canasta familiar y lo único que lograron fue tumbar la producción e incentivar las importaciones, para disparar el precio del dólar, que también decidieron fijar a dedo. Así, mientras el dólar negro está a Bs30, el cambio oficial está a Bs6,5 por dólar. Pero, además de una creciente demanda, la oferta de dólares se desplomó con la caída de la producción de petróleo. Venezuela debería producir unos 3,3 millones de barriles diarios de petróleo, pero por falta de inversión sólo produce 2,3 millones; 300 mil se los entregan a China, para pagar un préstamo; 100 se los regalan a Cuba y otros 200 mil a varios países. Además, unos 800 mil barriles los consumen internamente, pues la gasolina es prácticamente regalada (tanquear un automóvil cuesta unos $5 mil). Así, sólo les quedan unos 800 mil barriles para exportar. Pero, en lugar de utilizar esos recursos para inversión productiva y diversificación económica, decidieron construir una planta para enriquecer uranio, otra para producir fusiles Kalashnikov y muchos recursos para estatizar empresas y tierras. No tienen papel higiénico, pero le regalaron plata a Bolivia para comprar nueve aviones militares. No es de extrañar, entonces, que la crisis económica se haya transformado en una gran inconformidad política que se tradujo en el desplome electoral del chavismo y en una mayor represión y censura de la libre opinión, como el control de Globovisión y la expulsión de su periodista Kico Bautista. Desaparecido Chávez, cada día es más claro que este régimen es la continuación, no de las ideas de Bolívar y de Andrés Bello, sino de las de elementos como Laureano Vallenilla Lanz, quien hizo la apología de Juan Vicente Gómez, a quien calificó como el gendarme necesario. Así, el actual régimen es heredero de Gómez, de Cipriano Castro y de Pérez Jiménez. Pero es, quizá, peor que aquellos regímenes. Porque Gómez, Cipriano Castro, Contreras o Pérez Jiménez fueron, sin duda, autócratas, autoritarios y corruptos. Pero fueron patriotas. Gobernaron con y para los venezolanos. En la actualidad, Venezuela está cogobernada por los cubanos. La actual crisis política de Venezuela es, entonces, no sólo producto del desbarajuste de la economía y del inconformismo con un modelo autoritario de gobierno, sino también del anhelo por recobrar la independencia nacional.

ElEspectador.com

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