Por: Roberto Enriquez
La carta de Jorge Giordani es, sin
lugar a dudas, la noticia de la semana. La verdad es que el contenido de esa
carta no es una novedad para los venezolanos que estamos convencidos de la imperiosa necesidad de
cambio para el país. Los dirigentes opositores tenemos años denunciando el
saqueo, la improvisación y el pésimo diseño económico al que ha sido sometida
Venezuela. Pero la desproporcionada maquinaria de propaganda del Gobierno logró
bloquear más de medio país, al punto de lograr que nuestras denuncias no les
llegaran o si llegaban, no nos creyeran.
Giordani es como el niño aquel del cuento de Andersen que grita a viva voz y en medio de la
calle que el rey está desnudo; evidenciando la farsa colectiva y la idiotez del
rey. La importancia de la carta de Giordani no es que dice unas verdades que
los opositores conocíamos, su importancia estriba es que espetó esa verdad en
la cara de quienes no sabían o no querían saber que el barco venezolano anda a
la deriva.
Hugo Chávez se ocupó de mitificar y
santificar a Giordani. Lo convirtió en una especié de Fouché económico del
Gobierno. Lo elevó a los más altos predios de la nomenclatura oficial
revistiéndolo de una autoridad moral e intelectual que muy pocos, pero muy
pocos jerarcas del Gobierno han tenido.
Es por eso que las denuncias de Giordani son tan demoledoras. Giordani
lanzó una bomba con efectos devastadores no solo por lo que dice, sino también
por quien lo dice y muy especialmente, a quien se lo dice.
Esta es la primera vez en quince años que
alguien respetado por el chavismo de base dice estamos fuñidos y esto es un
desastre. Sabemos que Giordani es corresponsable y cómplice de todo lo que ha
pasado; pero a los efectos del movimiento telúrico que ha causado en el
ecosistema oficial eso es irrelevante. La verdad es que ningún dirigente del
chavismo tiene la autoritas para rebatirle nada a Giordani, ni siquiera Maduro. Chávez le dio la autoritas moral a
Giordani y con eso ni Maduro ni nadie puede hacer nada. Salvo el ridículo, el
hazme reír, y también, el hazme llorar.
El problema de fondo, es que cuando Giordani
está gritando estentóreo: “este barco se está hundiendo y no tenemos capitán”,
está lanzando un misil a la línea de flotación del Gobierno. La inocente fe del
pueblo chavista en que las cosas pueden mejorar. Ese pueblo sí le cree a
Giordani. A Giordani sólo se han atrevido a responderle dirigentes oficialistas
de medio pelo; trepadores de oficio que ven en la crisis intestina del Gobierno
una oportunidad para escalar posiciones. Pero la verdad, es que los dirigentes
más reconocidos del establishment, enmudecieron.
La base popular del Gobierno ha venido mermando a una velocidad
vertiginosa. Si hoy tuviéramos elecciones presidenciales, Maduro perdería
inevitablemente. La carta de Giordani descuartiza a Maduro en su piso político.
Pone a pensar a muchos venezolanos que
están aferrados a la esperanza de que Maduro pueda dar un viraje
salvador. Los estrella contra la cruda realidad. Giordani les dijo lo que desde
la oposición tenemos tiempo diciéndoles: las cosas están mal y seguirán peor.
Con la diferencia, nada sutil, de que a Giordani sí le creen, y a nosotros no.
La carta de Giordani es el testamento de un criminal
confeso. Arruinar a un país es un crimen y es por eso que lo llamo criminal, no
lo digo en el sentido literal de la palabra. Esa carta es una relación de
delitos, desaciertos e ilegalidades. Corrupción, desorden, caos y ausencia de
liderazgo. Esa carta no es un mensaje a toda Venezuela; es un mensaje al pueblo
chavista. Giordani les dijo que el barco del Gobierno se está hundiendo y que
ese barco no tiene capitán. Ahora es que comienza la resaca…
@robertoenriq
No hay comentarios:
Publicar un comentario