GUSTAVO AZOCAR: La guerra del estiércol
El Calabozo de la Libertad
■ No es la Guerra de las Galaxias. Tampoco es la Guerra de los Sexos. Es la guerra del estiércol.
Dentro del PSUV, alguien ha encendido el ventilador y está repartiendo heces fecales por todos lados.
Tenemos que admitirlo: ni el vídeo de Mario Silva, ni las marchas
convocadas por la MUD, ni las guarimbas. Ni siquiera la amenaza de
severas sanciones por parte del gobierno de Estados Unidos contra varios
de sus funcionarios. Ni las protestas que se llevan a cabo en varias
ciudades del país desde el pasado 4 de febrero. Nada había provocado un
remezón tan grande dentro del gobierno de Nicolás Maduro como las cartas
que han publicado esta semana los ex ministros Giordani y Navarro.
Bien lo dice aquel viejo refrán: no hay peor cuña que la del propio
palo. Las cartas de Giordani y Navarro provocaron un tsunami dentro del
gobierno porque fueron escritas por gente de mucho peso en el PSUV. No
eran cartas escritas por Leopoldo, Capriles, María Corina o Aveledo. Era
gente vinculada al gobierno, y más que al gobierno, al Comandante
Chávez.
✔ A Maduro le da dolor de muelas
que Giordani le diga, por ejemplo que “el legado (de Chávez) no puede
ser confiscado a nombre del propio Chávez™ ni pretender ser el actual
Presidente su único destinatario y delegado”.
✔ A Maduro le da dolor de
estómago que Giordani le diga bruto, cuando señala que “el candidato en
ese momento a la Presidencia de la República (es decir, Maduro) marcó el
sentido de una incomprensión del hecho económico”.
✔ A Maduro le da dolor de
cabeza, ver que Giordani diga que “resulta doloroso y alarmante ver una
Presidencia que no transmite liderazgo”.
✔ A Maduro le produce urticaria,
esta última frase de Giordani, que es de antología: “surge una clara
sensación de vacío de poder en la Presidencia de la República”.
Y si todo eso no es suficiente, lo llama improvisado, cuando dice “la
improvisación de cuadros sin experiencia y designaciones poco adecuadas
para el manejo de los grandes fondos del Estado pone en jaque la unidad
de los cuadros bolivarianos”.
Maduro tiene que estar dolido, luego de leer la carta de Héctor
Navarro, quien lo acusó de hacerse el sordo: “cuál es el deber de un
revolucionario cuando agota todas las vías para alertar acerca de
problemas que están poniendo en peligro el propio curso de la revolución
y los que son responsables de escuchar y actuar no escuchan?”.
Navarro, también le dijo traidor a Maduro cuando expuso: ¿El traidor
es Giordani porque, por ejemplo, denunció la asignación de dólares a
empresas de maletín y propuso cursos de acción para impedir que eso
siguiera ocurriendo? o ¿traidores son, aunque eso no se dice, los que
asignaron los dólares que hoy requieren los Hospitales, o necesarios
para la producción y para satisfacer las necesidades del pueblo?
Y para que Maduro entendiera que la vaina era con él y no se hiciera el loco, Navarro preguntó: ¿Es que no va a haber respuesta a las denuncias de Giordani?
¿Nos conformaremos con señalarlo como traidor y en consecuencia no
discutiremos la denuncia sobre la presencia del “grupo francés” y lo que
se estaba negociando a espaldas de los intereses de la república?
Navarro no le dijo perro, pero le mostró el hueso a Maduro, cuando le
dijo: “La Revolución se fortalece con la verdad, con la sinceridad, con
la transparencia. Esas son cualidades de los revolucionarios”. En pocas
palabras que quiso decir Navarro, ¿qué Maduro no es un revolucionario?
El ex ministro y ex gobernador Rafael Isea, de quien se ha dicho que
firmó un acuerdo con la DEA para vivir en Estados Unidos a cambio de
información delicada sobre los oscuros negocios de la revolución, dijo
que en la administración de Maduro había: “algunos arribistas de los que
hoy abundan en el gobierno” y que “no se debe confundir la crítica con
conspiración, ni la lealtad con sumisión”.
Otra ex ministra, Ana Elisa Osorio, no quiso escribir una carta, pero
si escribió un mensaje en twitter, en el que pidió a la AN, es decir, a
Diosdado Cabello, que “desempolve la Ley contra la Corrupción y se
castigue los corruptos, que son “los grandes traidores de la
Revolución”.
Mi conclusión: A Maduro no lo va a tumbar la MUD, ni los dirigentes
políticos que, de espaldas al país, ya andan montados en las
presidenciales de 2019. A Maduro no lo tumban las guarimbas, ni las
protestas, ni las mentadas de madre, ni los marines norteamericanos, ni
los extraterrestres. A Maduro parece que lo van a tumbar las viudas de
Chávez, ex ministros venidos en desgracia, que perdieron poder y que van
por la revancha para tratar de recuperar los espacios perdidos. Tal
parece que hace más daño una carta que un discurso en la Plaza Brión de
Chacaíto.
En lo que a mí respecta, que sigan apareciendo cartas. La historia se
ha cansado de demostrar que las palabras tienen más fuerza y pegan más
duro que una bala.
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