¡Chávez está muerto!
“Alea jacta est”
La suerte está echada
El 30 de diciembre pasado, durante nuestra visita a algunos nietos en Londres, porque están por todo el mundo gracias a la diáspora que ha producido en nuestras familias la tragedia chavista, recibí la noticia de la muerte de Chávez en Cuba ocurrida alrededor de las 10 a.m. Desde entonces y hoy, 23 de febrero de 2013, he recibido, como todos, toda clase de mentiras, falsas informaciones, excusas y demás intentos de cambiar la realidad de Hugo Chávez Frías: que no volverá a mandar ni a dirigir su PSUV. La presión de los estudiantes ante la embajada de la metrópoli chavista, Cuba, obligó a los farsantes que manejan el fantasma de Chávez desde La Habana, a presentar una vieja foto familiar que nada tenía que ver con la realidad; después, se les ocurrió la acción desesperada de “traerlo”, de noche, sin recibimiento protocolar cónsono con la investidura de un presidente y declarar que lo tienen guardado en el hospital militar Carlos Arvelo. Sin embargo, no lo muestran, no declara, no se fotografía ¿Por qué? Porque no está en ningún hospital ni en Miraflores ni en la residencia oficial del ministro de la defensa, acondicionada para atender emergencia médica. No está.
Toda esta macabra comedia ha sido montada por los hermanos Castro que tienen que mantener de alguna forma, por absurda que sea, su dominio sobre Venezuela, en especial sobre sus recursos petroleros, aun a costa de poner en ridículo a todo un país, su tribunal supremo y sus FAN. Nada les importa y para su propósito cuentan con la cuerda de cómplices que lidera Nicolás Maduro, vicepresidente de un gobierno fenecido y sin capacidad de revivirse legal y constitucionalmente, con la sangre fría de un Elías Jaua, que se hace llamar canciller por obra de una firma chimba, y el desconcierto alcahuete de Diosdado Cabello, que no respeta ni hace respetar la asamblea que preside. Todos mienten y todos son cómplices del gobierno de facto, ilegal e inconstitucional que manejan desde La Habana Raúl Castro y Ramiro Valdés. Si no fueran cosas de muertos, darían risa las tonterías que inventan para soportar la engañifa que siguen. Que si Chávez no habla pero escribe; que si se reúne por horas con un gabinete que no tiene acceso a él; que está pendiente de los eventos a donde no va pero les manda versos de Neruda u opiniones sobre el cambio climático con Jaua en su papel de falso canciller ¿Será que no se les acaba el carnaval y tienen obsesión con los disfraces o el “a qué no me conoces” de nuestras queridas “negritas” de las carnestolendas?
No obstante su absurdo, el problema es serio y hasta contagioso pues han logrado convencer al ingenuo Petkoff que Chávez, y no Raúl Castro, fue el que ordenó la última devaluación, según declaro con toda seriedad en el programa “Aló Ciudadano” este jueves 21 de febrero; o ponen a Capriles ligerito a reunirse con Maduro y mandarle peticiones de estado. Es como una epidemia de sinsentidos para servir de argumento al nobel de literatura Saramago. Es una especie de complot variopinto para hacernos creer que Chávez existe, que está ahí, adonde lo mandó a poner Raúl Castro, no fueran a culparlo de su muerte y desmerecer el nuevo prestigio del aparato hospitalario cubano, fuente esperanzada de divisas para incautos turistas con malestares cuando se les cierre la yugular petrolera entregada por el chavismo a costa de reconocimiento revolucionario y socialista.
En esta parodia participan, con un desparpajo digno de payasos profesionales, los miembros del tribunal supremo de justicia, que están prestos a juramentar al invisible con caras de jugadores de póker. Se dice que ya tienen el acta parcialmente firmada, sin haber entrado al hospital, para mantener la especie que a falta de juramento oportuno el 10 de enero de 2013, según la constitución, puede el escurridizo presidente electo juramentarse en cualquier momento, como si se fuera a sacar la cédula en un operativo. No vamos, por seriedad profesional, a comentar la sentencia más tonta que se ha producido en nuestra ambidiestra jurisprudencia, pero baste decir que el momento para la juramentación de Chávez como presidente electo precluyó; y como el término parece petulante para los legos en derecho, les diré que quiere decir que no se puede, no se permite, repetir: su oportunidad constitucional fue el 10 de enero de 2013, y si el electo no pudo juramentarse ante la asamblea, por motivos sobrevenidos a ésta, ha debido coger su carro y escoltas y presentarse al tribunal supremo para que lo juramentaran. Que la excusa de lo “sobrevenido” no se refiere al electo sino a la asamblea, porque si fuere un impedimento del electo, tampoco podría trasladarse al tribunal. Elemental ¿no?
De todo esto lo más sensato, y conveniente para la paz de los venezolanos, oigan bien en Fuerte Tiuna, es entender que estamos gobernados por una tanda de farsantes, truhanes del engaño, que ocupan cargos sin legitimidad y que en cualquier momento unos jóvenes estudiantes de nuestras universidades, pero también de las academias militares, van a salir a ponerlos otra vez en evidencia, y entonces no habrá Raúl Castro que dé la cara, porque no es su estilo, y deje a todos los cómplices de esta tuerta historia de enfermedad y muerte, de chulerías y corrupción, al desnudo.
Recuerdo una anécdota del dictador Gómez, el que sembró a mi padre en La Rotunda por ocho años, luego de torturarlo salvajemente por mano de su hijo “Vicentico” en Villa Zoila, pero que dejó obra, dejó el ejército y la hacienda pública, un lactario, etc., que heredamos hasta que se metieron Fidel y Raúl a destruirnos Venezuela. Se trata de unas señoras muy pobres que vivían en alguna población aledaña a Maracay, capital gomecista del país entonces, y a las cuales el Benemérito, en sus recorridos por la zona para revisar sus toros y vacas, las visitaba y gratificaba con una morocota u otra buena generosidad, y que advertido de ello algún desalmado, de los que gracias al odio chavista hoy nos abundan, las robó y mató. El dictador ordenó su captura inclemente y al cabo de los días uno de los jefes civiles de la zona, que no podían ser sino coroneles por el encargo de cuidar al “dueño”, le comunicó, por telégrafo, que había capturado al asesino, y pedía instrucciones: si lo mantenía en ésa o lo remitía a Maracay, a lo que el delicado Benemérito respondió: “Ni lo mantenga en esa ni lo envié a ésta”. Como entenderán, el sujeto fue “desaparecido”. Pues por todo lo que vemos podemos afirmar que Chávez ni está en La Habana ni está en Caracas…
Caracas, 23 de febrero de 2013
Luis Betancourt Oteyza
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