domingo, 9 de diciembre de 2012


La revolución como negocio

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Cuando en el futuro, cercano, lejano, inmediato, mediato, algún curioso tropiece en Google con el nombre de Hugo Rafael Chávez Frías (1954-20??), presidente de Venezuela (1998-20??), se enterará de que este personaje, militar, político, figura de televisión, protagonista de comedias, tragedias, farsas, pantomimas, melodramas, puso en práctica programas de gallineros verticales y responsabilizó nada menos que a la Armada (con sus uniformes blancos impolutos) de la producción de pollos y gallinas, que finalmente debió de importar en inglés: pollo chicken, gallina hen…
Probablemente será informado de la profunda admiración que tuvo por el dúo Perón-Evita, la ultraderecha militar argentina (carapintadas), el general Marcos Pérez Jiménez y finalmente el comandante Fidel Castro, quien le hizo saber que su revolución es la mejor fórmula para convertirse en mandatario vitalicio sin pasar por Go y, algo muy importante, sin necesidad de leer El capital de Carlos Marx (con más páginas de las que leyó en su vida) y tampoco el Manifiesto comunistade Marx-Engels (a pesar de que es flaquito), ni siquiera la edición mexicana de 1937, con prólogo de León Trotsky.
Quizá le expliquen que una vez en el poder, por vía electoral, después de haber intentado golpes con la aquiescencia de intelectuales y políticos de la derecha civil interesados en salir de Carlos Andrés Pérez, gobernó como borracho de botiquín, frente a unas frías, y sólo le faltó golpear la mesa, gritar “¡vivan las putas!” y cantar con Los Panchos el bolero “Perdida” en homenaje a aquellas/aquellos que “al fango rodaron después que destrozaron su virtud y su honor”…
Y con toda seguridad se enterará de la tesis del non fare niente, de Jorge Giordani, becado por décadas en el Cendes para que no hiciera, ni dijera ni tocara nada (“¡cuidado y la cagas!”), consistente en suspender cualquier tipo de obra en la capital hasta convertirla en ciudad arrasada (tal como está) para que no se viniera la gente del interior… lo mismo en las capitales de estado para que no se fuera para allá la gente de los pueblos… igual en los pueblos para no atraer a la de los caseríos… y en los caseríos no invertir ni medio porque para allí no se va nadie…  
La plata la mandaba a Cuba, Argentina, Nicaragua, Ecuador y Bolivia… las compras se hacían a Rusia, China y Brasil… y en Venezuela el dinero se gastaba en corrupción, cívico-militar, compra de aviones desechables (al menos eyectan al piloto) y en sobornos (comprar de votos) en época de elecciones.
@ElNacionalWeb

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