El Nuevo PAÍS 8 de Noviembre del 2012
Rafael Bayed M. Última Instancia
"La comuna -base de la sociedad comunista- es esencialmente contraria al libre ejercicio de nuestras facultades, a nustros más nobles sentimientos íntimos".
No se debe ocultar que fuera de la propiedad o el comunismo nadie ha concebido sociedad posible. Este error, nunca bastante sentido, constituye toda la vida de la propiedad. Los inconvenientes del comunismo son de tal evidencia, que los críticos no tenían necesidad de haber empleado toda su elocuencia en demostrarlos.
Lo irreparable de sus injusticias, la violencia que ejerce sobre la simpatía y antipatía naturales, el yugo de hierro que impone a la voluntad, la tortura moral a que somete la conciencia, la atonía en que sume a la sociedad y, en una palabra, la uniformidad mística y estúpida con que encadena la personalidad libre, activa, razonadora e independiente del hombre, han sublevado el buen sentido general y condenado irrevocablemente al comunismo.
Las opiniones y los ejemplos que en su favor se alegan, se vuelven contra él. La república comunista de Platón supone la esclavitud; la de Licurgo se fundaba en la explotación de los esclavos, que, encargados de producirlo todo para sus señores, dejaban a éstos en libertad de dedicarse exclusivamente a los ejercicios gimnásticos y a la guerra. Asimismo, Rousseau, confundiendo la comunidad y la igualdad, ha afirmado que sin la esclavitud no consideraba posible la igualdad de condiciones. Las comunas de la Iglesia primitiva no pudieron subsistir más allá del siglo I, y degeneraron bien pronto en órdenes monásticas. En las de los jesuitas del Paraguay, la condición de los negros ha parecido a todos los viajeros tan miserable como la de los esclavos; y es un hecho que los reverendos padres se veían obligados a rodearse de fosos y de murallas para impedir que los neófitos se escaparan. Los extremistas, inspirados por un horror exaltado contra la propiedad más que por una creencia claramente formulada, han fracasado por la exageración de sus principios; los exclusivistas, sumando la comunidad a la desigualdad, han pasado como una mascarada. El peligro mayor para la sociedad actual es naufragar una vez más contra ese escollo.
Y cosa extraña, la comunidad sistemática, negación reflexiva de la propiedad, está concebida bajo la influencia directa del perjuicio de la propiedad, y esto es porque la propiedad se halla siempre en el fondo de todas las teorías comunistas.
Los miembros de una comuna no tienen ciertamente nada propio; pero la comuna es propietaria, no sólo de los bienes, sino también de las personas y de las voluntades. Por este principio de propiedad soberana, el trabajo, que no debe ser para el hombre más que una condición impuesta por la Naturaleza, se convierte en toda comunidad en un mandato humano y, por tanto, odioso. El comunismo es opresión y servidumbre.
El hombre ...quiere trabajar eon l que le plazca, cuando le plazca y cuanto le plazca; quiere disponer de su tiempo, obedecer sólo a la necesidad, elegir sus amistades, sus distracciones, su disciplina; ser útil por el raciocinio, no por mandato imperativo; sacrificarse por egoismo, no por obligación servil.
La comuna -base de la sociedad comunista- es esencialmente contraria al libre ejercicio de nuestras facultades, a nustros más nobles sentimientos íntimos.
@rabayma
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