SOBRE LA MARCHA
Por ELIDES J. ROJAS L.
Ex presidente en ejercicio
17.10.2012
05:42 PM
05:42 PM
No han pasado ni quince días desde la Operación Remolque, el acto de corrupción electoral continuado, como lo bautizó Rocío San Miguel, y ya comienzan a aparecer los primeros síntomas de algo que se advirtió muchísimo durante la campaña. Es más, se habló de eso desde el mismo día en que Chávez insistió en lanzarse otra vez a la presidencia, a pesar de estar en medio de una lucha bestial contra el cáncer.
Y, al parecer está ocurriendo un autovacío de poder: no hay gobierno, no hay Chávez (salvo que aparezca hoy, más tarde, o mñana), no hay acciones, todo se paralizó, ya no hay ni quien responda por las protestas. No obstante el rumor apunta a una encerrona de Chávez y la cúpula que acompaña al dedo mágico para dos cosas fundamentalmente: evaluar la verdadera victoria y qué hacer con el desastre que dejó el gobierno anterior.
Sobre el primer punto, seguramente tendrán que establecer con toda honestidad cuál es el verdadero grado de legitimidad del gobierno, en qué sustenta Chávez su socialismo a empujones y de qué manera se va a tratar a un 45% del país que está ubicado justamente en la acera de enfrente. No se trata de haber ganado con 55%. Eso ya los sabemos. Ya la MUD lo admitió. Ya Capriles lo aceptó como corresponde a un demócrata. El problema es cómo se gana. La operación arrastre y chantaje está al descubierto. Fue una operación pragmática e inmoral de manipulación frontal del más débil, del más hambriento. Eso no es socialismo. Es barbarie. Es que ni siquiera el más desalmado de los capitalistas salvajes ejecutaría una matanza electoral de esa magnitud. Solo el chavismo sabe cuánto de ese 55% corresponde al empujón grosero. Esa será la medida de su legitimidad.
Si la opción es atacar ahora mismo a los gobernadores que serán candidatos de la oposición con el objetivo de descalificarlos y, de ser posible, inhabilitarlos, entonces el castrismo está más presente que nunca. Puro cuento eso de la conciliación y el reencuentro. Si sigue aplastando a los presos políticos con largos días de sombra y represión médica, pues el castrismo está ahí duro y curvero. Si sigue expropiando, confiscando, ahorcando al sector privado y fusilando la inversión local y extranjera, entonces el castrocomunismo está ahí como concreto armado. Y debe ser así. No hay indicio para pensar que será diferente.
Y, en segundo término, ¿qué hacer con el desastre que el mismo Chávez construyó y seguirá construyendo? Pues, ya veremos. Eso lo sabremos en enero, pues dentro del pragmatismo desalmado no está revelar el paquetazo hasta que la gente le regale las gobernaciones. Y eso está a punto de ocurrir.
Por lo pronto estamos en una etapa en la que Chávez se conduce más como un ex presidente que como un fresco primer mandatario que acaba de ganar unas elecciones. Toda la montaña de problemas que hereda, la hereda de él mismo. Su único escape de responsabilidades será acusar a Fidel Castro por sus malos consejos. Para eso puede aprovechar la ausencia. Le basta esperar el funeral. Así el anciano criminal ni siquiera podrá defenderse.
Twitter: @ejrl
Y, al parecer está ocurriendo un autovacío de poder: no hay gobierno, no hay Chávez (salvo que aparezca hoy, más tarde, o mñana), no hay acciones, todo se paralizó, ya no hay ni quien responda por las protestas. No obstante el rumor apunta a una encerrona de Chávez y la cúpula que acompaña al dedo mágico para dos cosas fundamentalmente: evaluar la verdadera victoria y qué hacer con el desastre que dejó el gobierno anterior.
Sobre el primer punto, seguramente tendrán que establecer con toda honestidad cuál es el verdadero grado de legitimidad del gobierno, en qué sustenta Chávez su socialismo a empujones y de qué manera se va a tratar a un 45% del país que está ubicado justamente en la acera de enfrente. No se trata de haber ganado con 55%. Eso ya los sabemos. Ya la MUD lo admitió. Ya Capriles lo aceptó como corresponde a un demócrata. El problema es cómo se gana. La operación arrastre y chantaje está al descubierto. Fue una operación pragmática e inmoral de manipulación frontal del más débil, del más hambriento. Eso no es socialismo. Es barbarie. Es que ni siquiera el más desalmado de los capitalistas salvajes ejecutaría una matanza electoral de esa magnitud. Solo el chavismo sabe cuánto de ese 55% corresponde al empujón grosero. Esa será la medida de su legitimidad.
Si la opción es atacar ahora mismo a los gobernadores que serán candidatos de la oposición con el objetivo de descalificarlos y, de ser posible, inhabilitarlos, entonces el castrismo está más presente que nunca. Puro cuento eso de la conciliación y el reencuentro. Si sigue aplastando a los presos políticos con largos días de sombra y represión médica, pues el castrismo está ahí duro y curvero. Si sigue expropiando, confiscando, ahorcando al sector privado y fusilando la inversión local y extranjera, entonces el castrocomunismo está ahí como concreto armado. Y debe ser así. No hay indicio para pensar que será diferente.
Y, en segundo término, ¿qué hacer con el desastre que el mismo Chávez construyó y seguirá construyendo? Pues, ya veremos. Eso lo sabremos en enero, pues dentro del pragmatismo desalmado no está revelar el paquetazo hasta que la gente le regale las gobernaciones. Y eso está a punto de ocurrir.
Por lo pronto estamos en una etapa en la que Chávez se conduce más como un ex presidente que como un fresco primer mandatario que acaba de ganar unas elecciones. Toda la montaña de problemas que hereda, la hereda de él mismo. Su único escape de responsabilidades será acusar a Fidel Castro por sus malos consejos. Para eso puede aprovechar la ausencia. Le basta esperar el funeral. Así el anciano criminal ni siquiera podrá defenderse.
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