SOBRE LA MARCHA
Por ELIDES J. ROJAS L.
Por ELIDES J. ROJAS L.
Es sencillo: no hay plata
24.08.201401:01 PM
En Venezuela, desde tiempos de la
Colonia y la posterior Guerra de Independencia, siempre estuvo presente
el concepto de dádiva, de regaladera, de premio, para conseguir
lealtades. Le pasó a Bolívar. Tuvo que ofrecer parejo para que lo
siguieran. Es verdad que también había mucho patriota desinteresado y
genuino en su batalla, pero una aplastante mayoría peleaba a muerte por
un pedazo de tierra, plata o ganado.
Lo de Páez era más claro todavía. No solo por su interés propio y el de
su clan. También ofreció parejo a lanceros y montoneros para que lo
acompañaran en sus logros bien premiados. Tan es así que esos lenceros,
cuentan los historiadores, pasaban de un bando a otro sin ningún
problema. Si Boves ofrecía mejor plata y mejores tierras por allá era la
cosa, pero si Páez mejoraba la oferta entonces el brinco de talanquera
incluía salto mortal al aire. Y así transcurrió la historia pasando por
montoneras, Zamora o las guerras civiles hasta llegar a los tiempos de
Gómez y Pérez Jiménez dos dictaduras con todas las de la ley que usaron
la mordida y la limosna pegados al terror para mantenerse largo en el
poder. A Gómez lo mata el tiempo. A Pérez Jiménez lo saca un parpadeo de
la economía que puso la cosa mala para pueblo, militares y empresarios.
Sino Pérez Jiménez se muere en Miraflores.
En tiempos de los cuarenta años previos a la llegada de los militares en
cambote al poder las elecciones siempre se ganaron con promesas de
casitas, sacos de cemento y hasta techos de zinc. La fórmula nunca falló
hasta que aparece Chávez, quien tuvo más tino y le agregó a su oferta
un toque de resentimiento necesario y mucho de venganza. Así que la
fórmula fue y es: platica, venganza y mucho resentimiento. Chávez murió y
dejó el poder igual que Gómez, sino estaría en Miraflores hasta que la
demagogia y la vocación de mantenidos que tiene acendrada una mayoría
del pueblo aguantaran. O, como ocurre ahora, la platica se acabó.
Desapareció. La esfumaron.
Chávez ha sido el demagogo más espectacular que ha tenido el país en
toda su historia. Se tiró más de mil millones de millones de dólares en
regaladera interna y externa y la gente lo seguía, en su mayoría,
recogiendo limosnas por todas partes. Algunos, por cierto, no recogían
limosnas propiamente dicho sino maletines más gordos y bien resueltos.
Pero el caso es que uno de los grandes problemas que tiene Maduro hoy en
día es que por un lado el venezolano está más pedigüeño que nunca y,
por la otra, el gobierno no tiene mucho para repartir. Al contrario debe
más de 230 mil millones de dólares y no le paga a nadie. Le debe plata a
las líneas aéreas, a los proveedores, a los laboratorios
internacionales, a las clínicas privadas solo por mencionar algo. Le
debe a todo el mundo. Y no pagará. No tiene plata. Es previsible,
entonces, el caos que vendrá. Ya no hay polarización, pues los
verdaderos liderazgos de ambas partes en tensión o están muertos o están
presos o en estrategia de baja intensidad. Lo que sí está que no
aguanta es el tira y encoje entre la pedidera de gran parte de los
venezolanos que se acostumbró a no trabajar y la peladera del gobierno
antes regalador y espléndido, hoy limpio de perinola.
Pero, no hay plata. Es la verdad. Así que a prepararse que esto apenas
comienza. Y como decía el curita que despedía las transmisiones de
Venevisión hace un montón de años: sonría, a pesar de todo, sonría.
Twitter: @ejrl
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