Carlos Julio Peñaloza: Los fundamentos del fraude
Para
lograr su visión de instaurar su imperio, Castro sabía que era
primordial que Chávez alcanzara el poder en Venezuela, sin importar si
llegaba a través de un golpe o por elecciones. Una vez allí, la lucha
sería por mantenerlo a perpetuidad.
El
Plan Prócer cubano estaba destinado a perpetuar la permanencia en el
poder de los lideres afectos a Fidel una vez llegaran al poder en sus
respectivos países. El blanco inicial -y el más importante- es
Venezuela, que para Castro representaba su fuente de financiamiento. El
4F no sorprendió a Fidel como muchos creen, una historia que es el
centro de mi futuro libro “El heredero de Fidel”. En este artículo me
limitaré a esbozar qué pasó con Chávez después del triunfo de Rafael
Caldera en diciembre de 1993.
Una de las mayores preocupaciones
de Caldera en ese entonces era decidir qué hacer con los militares
presos por el alzamiento del 4F y en particular con su líder Hugo
Chávez. Desde su celda el golpista seguía clamando por la abstención y
la necesidad de tomar el poder por la violencia para instaurar la
revolución que tenía en mente. La cuestión electoral no estaba en su
agenda. Caldera, recordando el éxito de su proceso de pacificación
durante el primer gobierno, pensó repetir el procedimiento al ser
reelecto en 1993, aspirando sacar algún provecho político con esa
decisión. Para ello empezó a hacer consultas llamando a varias personas
para oír opiniones.
A mediados de diciembre, José Antonio
Rodríguez, persona muy cercana al presidente, me dijo que Caldera quería
conversar conmigo sobre Chávez. A mediados de diciembre fui invitado a
un desayuno en Tinajero. Al condumio también asistieron José Antonio
Rodríguez, Fernando Egaña y el general Rubén Rojas Pérez.
Luego
de las formalidades de rigor, Caldera me preguntó: “General Peñaloza,
¿si tuviera que decidir sobre los militares detenidos que haría?
Recordando los consejos que me dio el Cnel. Leopoldo González Aragort,
quien fue mi consultor jurídico en el Ejercito, le respondí: “Señor
presidente, dado que ese oficial continúa llamando a la violencia, yo
daría instrucciones a la Justicia Militar para que se le condene por el
delito cometido y lo daría de baja. De acuerdo con la constitución, esa
condena incluiría la pérdida de sus derechos políticos y no podría ser
candidato a la primera magistratura. Ese procedimiento fue aplicado en
muchas ocasiones en los años 60 con excelentes resultados”. Luego de
oírme, Caldera sonrió y sin soltar prenda sobre lo que tenía en mente,
pasamos a otro tema.
En ese momento intuí que ya él tenía tomada
la decisión de ir al sobreseimiento. La influencia de los izquierdistas
dentro del Chiripero era grande y los canales comunicantes con La Habana
evidentes. No creo haber sido el primero o el último en recomendar la
condena de Chávez. Esa era la solución obvia, pero Caldera accedió a
otros consejos con los resultados conocidos. Posteriormente Egaña fue
nombrado ministro de la Secretaría, Rojas Jefe de la Casa Militar,
Rodríguez Presidente de CONATEL y yo regresé a mi trabajo en EEUU. Meses
mas tarde Chávez fue sobreseído. Al conocer la noticia pensé que
Caldera consideraba que Chávez sería un buen candidato para el Chiripero
en 1998.
Al quedar en libertad el golpista empezó a predicar la
abstención y a tratar de levantar fondos para un eventual asalto al
poder. A Caldera no le gustó su actitud pero guardó silencio. Pocos
meses después fue invitado por Fidel a La Habana donde sostuvo reuniones
secretas con su gurú. Para entonces las encuestas daban a Chávez muy
poco peso y el paracaidista continuaba en la onda abstencionista.
Al
correr el tiempo la intención del voto por Chávez fue aumentando
lentamente. Entretanto en 1997 el grupo designado para levantar fondos
mediante asaltos a bancos y empresas había recaudado poco dinero y sus
miembros estaban a punto de ser detenidos por la DISIP. Esta era la
famosa banda del MBR200 supuestamente dirigida por Freddy Bernal, Cilia
Flores y Nicolás Maduro. Para entonces este ultimo actuaba como
guardaespaldas civil del golpista y secretamente Fidel tenía grandes
planes para el. En esta comprometida situación, de nuevo los duendes de
La Habana hicieron su magia. Para entonces nadie sabía la importancia de
Maduro en los proyectos de Fidel.
Ese año Irene Sáez se empezó a
desinflar y las cifras de Chávez empezaron a subir. Ante este panorama
la solución electoral empezó a ser atractiva. Pronto la DISIP recibió
con sorpresa instrucciones de Caldera para pasar el caso de los asaltos a
la DIM donde fue engavetado. Era evidente que algunas influencias
políticas se movieron tras bastidores en el gobierno para suspender este
procedimiento policial que estaba a punto de concluir con el arresto
de la banda. Pronto Caldera se dio cuenta que había cometido un error
porque Chávez no tenia interés en ser el candidato del chiripero.
Para
Castro lo importante era asegurarse que Chávez tomara el poder en
Venezuela para financiar su visión de instaurar su imperio. Ese plan
requería asegurarse que Hugo se mantuviera a perpetuidad en la
presidencia a cambio de la promesa de convertirlo en su delfín imperial.
Para él era igual si Chávez llegaba a través de un golpe o por
elecciones, lo vital era que no entregara el poder. El Plan Prócer que
garantizaría la elección perpetua era la solución. Esto daría tiempo
para que Maduro, el pupilo de Alí Rodríguez Araque, pudiera madurar y
desarrollarse para asegurar la continuidad en el mando.
En 1997
se suscitó en el CSE y el Congreso un súbito e inexplicable interés por
el voto electrónico. Gracias a ciertos asesores, como Petkoff entre
otros, Caldera tomó una decisión crucial: aprobar de la Ley Orgánica de
Sufragio y participación política que incluía el requerimiento clave de
la automatización del voto. Esa ley establece que el proceso de
votación, escrutinio, totalización y adjudicación deberá ser totalmente
automatizado. Luego de la Constituyente se aprobó la Ley Orgánica del
Poder Electoral instituyendo el CNE como ente rector del nuevo poder, en
reemplazo del CSE, estableciendo que en lo sucesivo el voto debía ser
automatizado. No quedaba duda que alguien dentro del gobierno algunos
estaban empujando duro por hacer obligatorio el voto electrónico. En
aquel momento nadie se dio cuenta donde estaba la ponzoña.
Luego
del triunfo de Chávez en 1998 y con las piezas básicas para montar la
tragedia venezolana a su disposición, Fidel decidió que había llegado el
momento de poner en escena el plan que había madurado para Venezuela
durante largos años. En su tablero las 3 primeras jugadas estratégicas
eran de anteojitos: establecer un árbitro electoral a su medida, sacar a
Indra del CSE y encontrar a una empresa dócil dispuesta a vender el
software que habían desarrollado en Cuba los técnicos de la Stasi y los
chinos.
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