SOBRE LA MARCHA
Por ELIDES J. ROJAS L.
Por ELIDES J. ROJAS L.
La historia de una batería en socialismo
13.09.201402:18 PM
Lo primero es descubrir que le robaron
la batería del carro en el propio estacionamiento del edificio donde
vive. Es lo normal en un país en el que no hay baterías, entre otras
muchas cosas que ya se sabe que no hay. Usted prometió no molestarse más
nunca por razones materiales en virtud de que el médico ya le advirtió
que la tensión le va a explotar entre las cejas, pues tiene dos meses
que no consigue las pastillas que le controlan la voladura de sangre y a
duras penas la mantiene por allí cerca al 9/13 a punta de dientes de
ajo y agua pareja. Menos mal que no es vampiro sino hace tiempo
estuviera dentro de la cripta y sin estaca.
Pero esta mañana no podía evitar soltar los controles de la salud mental
y de las buenas costumbres. Es lunes. Claro que anda de flux y
encorbatado y con el tiempo medido. Mala pinta para tratar de rescatar
un carro que fue violado de la siguiente manera: el choro de buena
familia seguramente, pero de evidentes malas costumbres y seguramente
vicios inconfesables, rompió las rejas de la parrilla delantera, por ahí
metió la mano armada de alicate y rompió la guaya que da presión al
capot del vehículo. La alarma si acaso hizo como un pavo asustado, pues
de inmediato levantó la tapa y soltó rápidamente el cable rojo
identificador del positivo del acumulador. Lo demás fue cargar el perol,
mudarlo de carro y sacarlo del edifico seguramente a la venta o para
auxiliar a algún compinche. Hasta aquí la fechoría. Hasta aquí el
comienzo de la rabia.
Ahora viene, como hacían los comandantes del Enterprise, luego de
recibir un bombardeo de meteoros teledirigidos desde otra galaxia.
Daños: parrilla con filos cromados rota, guaya de seguridad rota,
batería desaparecida. Costos en bolívares tísicos: parrilla 21.000,
batería 7.000, guaya 4.000, grúa 2.000 para llevar el vehículo hasta el
taller donde se encargarán de buscar como locos en toda Venezuela y en
el exterior desde la batería hasta los repuestos necesarios para
rescatar del socialismo al carro herido. La parilla al final pasó a ser
parte de las pérdidas del seguro, no así la batería que tuvieron que
comprarla en el mercado negro sin recibo y sin factura. La guaya no
existe en Venezuela. Se la llevó el socialismo. 74 dólares más
transporte y divisas del cupo anual del Cencoex aumentan la fuga de
capitales ayudada también por más choros, esta vez de poca monta. No de
los grandes de maletín y empresas fantasmas. Y, a todo hay que agregar,
la rabiata, la pérdida de tiempo y 10 días para solucionar el problema
que antes terminaba caminando hasta la estación de servicio más cercana,
carretilla en mano, y comprando la batería adecuada y al costo real. Y,
lo más importante, legal. Con factura. La guaya en la tienda de
repuestos. Y listo. Y seguramente no habría robo de baterías. Eso sería
en un país normal. No en un país que vive en socialismo, en el
socialismo más pirata del mundo. Esto, dicho sea de paso, no ocurre en
Ecuador, tampoco en Nicaragua o en Argentina.
Es que nos tocó la peor opción. La más cercana a Cuba y sus momias eternas.
Twitter: @ejrl
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