Marta Colomina: ¿Qué nos pasa?
julio 20, 2014
En
Venezuela cada día crecen las razones para el malestar y la
desesperación personal y colectiva. Vivimos aterrados por la violencia
que asesina a más de 25 mil personas al año, hiere y roba los bienes de
pobres y ricos. Nos duele e indigna la brutal represión contra quienes
protestan pacíficamente (acabo de escuchar que en el Táchira hay al
menos 5 estudiantes de la UNET heridos por el piquete de policías que
los atacaron cuando los jóvenes se acercaron a las rejas perimetrales de
su universidad para colocar pancartas y protestar contra la inseguridad
en la UNET). Nos angustia e indigna la prisión política del muy enfermo
Iván Simonovis, de Leopoldo López, de los alcaldes Scarano y Ceballos,
de los muchos estudiantes y de los demás presos políticos. Nos irrita y
lastima la saña con la que se persigue a la valiente María Corina
Machado.
Leo que 2.500 pacientes no cuentan con quimioterapia porque el
Instituto de Hematología y Oncología cerró por falta de insumos, y en
esa criminal escasez están hospitales, clínicas y laboratorios del país;
los mercados sin alimentos; las tiendas sin vehículos (sindicatos
protestan despidos en la industria automotriz que superarán los 1.500);
sin electrodomésticos, ni autopartes, ni los “estrenos de Navidad”,
porque no hay divisas. La escasez de agua es atroz y la que llega está
contaminada; nos aumentan el recibo de la luz, racionada y con apagones
constantes. Mueren miles en carreteras y autopistas llenas de cráteres y
con ve-hículos sin repuestos. Todo esto y mucho más que nos desespera,
ocurre porque los cuantiosos recursos no se han dirigido a atender los
problemas de los venezolanos, sino a la corrupción, y a la
“regaladera” obsesiva con fines políticos internos y externos, que han
dejado el país en la ruina. En 15 años no se ha hecho mantenimiento a
nada: ni a Pdvsa, ni a vías, electricidad, agua, ni se han construido
hospitales o cárceles, aunque en estos 15 años el régimen depredador ha
recibido el 70% de todo el ingreso petrolero desde que apareció el
primer pozo en 1922.
La corrupción roja es tan voraz, que no cesa ni ante la inhumana
crisis de escasez e inflación. Cuando en febrero de este año los
enfermos buscaban medicinas con desespero y las colas crecían para
obtener comida, el entorno presidencial negoció en Argentina miles de
toneladas de maíz y arroz con sobreprecio de 80% y 30%, respectivamente.
(El cínico cuñado declaró estos días que “si hay corrupción en el
Estado es porque lo privado lo corrompe”). Sumemos a estas lacras, la
atrocidad de la FAN y poderes públicos entregados a la tarea de reprimir
y violar DDHH y constitucionales, y a Maduro “corriendo la arruga” al
“Paquetazo” más feroz y hambreador de nuestra historia.
Cuando más necesitamos una oposición unida, abiertamente crítica y
combativa contra el militarismo represivo y corrupto de un gobierno
debilitado con menos del 30% de apoyo popular (las protestas aumentaron
en 278%, según el OVCS), nos encontramos con una oposición enfrentada
entre sí: la de quienes casi suplican al gobierno un “diálogo” que hasta
ahora solo ha servido de “tapadera seudodemocrática” del régimen ,y la de quienes sostienen que “aquí la dicotomía es entre la Constituyente y 2019″.
Convendría que quienes de buena fe apelan a la Constituyente como
salida al régimen dictatorial de Maduro, se lean el excelente trabajo
del ponderado jurista Jesús María Casal, exdecano de la UCAB “Claves de una Asamblea Nacional Constituyente” (EU 16-7-2014)
para entender que, en las condiciones actuales, optar por una ANC
podría ser un suicidio. Por otra parte, declaraciones como las de un
dirigente de la MUD contra las protestas estudiantiles y “La Salida”, al
responsabilizarlas indirectamente de “los heridos y muertos” sin culpar
de frente al régimen criminal de Maduro, es una iniquidad, sobre todo
si recordamos que Juan Requesens, uno de los líderes de las protestas,
es militante de su mismo partido. O el “chiste macabro” de otro alto
directivo de la MUD contra el indefenso Leopoldo López, confinado en una
celda de 2×2. Imperdonable también el aislamiento al que la MUD ha
condenado al combativo demócrata Antonio Ledezma, constante defensor de
la unidad.
Unos y otros deben escuchar a la CEV para iniciar la conciliación y el urgente propósito de enmienda (CEV: “El diálogo no puede ser para que todo quede igual”).
En la MUD hay disensos importantes y no por la “pluralidad”: mientras
unos suplican al gobierno reabrir incondicionalmente el diálogo,
Henrique Capriles sostiene que “un requisito indispensable para retomar el diálogo, es la libertad de presos políticos. Y añade: “los presos políticos son nuestros presos”. Cosa que unos cuantos recalcitrantes de la MUD parecen olvidar.
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