Un bacalao llamado Maduro .
junio 22, 2014 9:10 am
¿Quién
no recuerda al “hombre del bacalao”, aquel dibujo estampado en la parte
inferior de una botella que servía de emblema a un vitamínico gringo
(la “Emulsión de Scott”), y en el cual aparecía un marinero al parecer
noruego carreteando un inmenso bacalao que lo cubría de los hombros a
los pies?
Se me viene la cara entre nostálgica y triste
del hombre de mar, y como en trance de decirnos: “Carajo ¿y no habrá un
cristiano que me quite de encima esta tortura?”
Nunca tomé
el reconstituyente (que así también se le llamaba), y quizá porque se
le promocionaba como “aceite de hígado de bacalao” y tenía un color
blancuzco, jamás supe de su sabor, y bondades, lo cual no excluyó que,
al igual que la mayoría de mis coterráneos, lo instalara en mi
imaginario como la imagen del caso de un hombre o colectividad
atormentados por un peso impuesto e injusto que le destruye su
naturaleza y destino.
“Por ahí anda fulano con un bacalao
que le acaba la vida”, o “andaba muy feliz, pero le cayó un bacalao y
desde entonces no ve luz”, o “¿por qué se dejó montar ese bacalao?”, son
frases del coloquial venezolano, y la verdad es que, visto los
antecedentes, la imagen no puede más acertada si se toman en cuentan los
trazos y detalles que la grafican.
Pero ¿a qué viene todo
este exordio y por qué comenzar un artículo sobre política remontándome
a vivencias de décadas lejanas cuando se pensaba que una fuente de
vitaminas “A y B” importada de Estados Unidos, era efectiva para
prevenir y combatir la tuberculosis, el paludismo, la artritis, la
diábetes, los infartos, la bronquitis y el raquitismo?
Pues,
justamente, porque repasando las noticias de las 24 horas últimas (que
son las que me nutren con ideas y motivos para borronear estas líneas de
los domingos) me tropiezo con la carta que le escribe el exministro,
Jorge Giordani, a Nicolás Maduro, para rechazar su despido del gabinete,
y apartando el hórrido pasado y presente de uno y otro personaje, ni
establecer cuál de los dos tiene razón, llego a la conclusión que Maduro
es “el perfecto bacalao” del país y de la revolución.
Para
empezar porque le pesa, no solo cientos de miles, millones de toneladas
a la estima, la confianza, la esperanza y la racionalidad de 28
millones de nacionales, sino también, porque, aparte de serle impuesto
como jefe de Estado sin ninguna cualidad, legalidad y legitimidad, ha
conducido al país a la más catastrófica, metastásica y traumática crisis
de su historia.
Es la Venezuela del “NO HAY, porque,
literalmente, se le ha quitado, arrebatado, y robado todo, desde los
alimentos básicos para que una familia pueda vivir con lo indispensable,
hasta las medicinas para curar sus enfermedades crónicas, sin contar
las materias primas e insumos para que la industria y la agricultura
pudieran medianamente funcionar.
Pero lo increíble es que,
también se acabaron los dólares que suministraban las exportaciones
petroleras que tradicionalmente atendieron las contingencias del
desabastecimiento, que unido al colapso del aparato productivo agrícola y
ganadero, nos han convertido en un país que vive “del fiado”.
Una
semana sí y otra también, el llamado “Zar de la Economía”, Rafael
Ramírez (que también es presidente de PDVSA, y ministro de Energía y
Petróleo) anuncia que está punto de llegar un préstamo de 4 mil, 5 mil o
6 mil millones de dólares -ya sea de China, Rusia, o una petrolera
gringa-, y la verdad es que sí llega, nadie sabe donde va a parar porque
la carestía de los venezolanos, no solo no se alivia, sino que
recrudece.
Pero vayamos a una pregunta más simple porque
es contable y se fundamenta en los boletines trimestrales del BCV: ¿Cuál
es el destino de los 50 mil millones de dólares que deberían ingresar a
la economía como producto de las actuales ventas de crudo, que a un b/d
promedio de 100 dólares, serían garantía para que un país que cuenta
con 28 millones de habitantes no le faltara nada, absolutamente nada.
Misterio
de misterios, porque el gobierno del “bacalao” Maduro prácticamente se
ha declarado en “default” con sus acreedores externos (“selectivo” y
“sucesivo”, pero “default” al fin), y ya nos tiene sin líneas áreas para
viajar el exterior, repuestos para la flota automotriz y los equipos
bélicos que se vienen comprando desde hace 15 años, y remesas para
enviar a estudiantes en países extranjeros que penan por cubrir sus
gastos o regresar.
Sin echar muchos números, ni empeñarse
en pesquisas de alta cirugía financiera, la respuesta no puede ser sino
una: los menguados ingresos del país por concepto de las exportaciones
de una venida a menos PDVSA, se desvían para sustentar a la quebrada, en
bancarrota, e irrecuperable (después de 55 años de comunismo) economía
cubana, que cual maleza parasitaria se engulle los alimentos, las
medicinas, los repuestos, materias primas y servicios que antes, antes
de la revolución, con crisis y todo, con caída de los precios, de la
producción y alzas inflacionarias incluidas, mantenían medianamente
funcionando a la economía nacional.
Y es materia que en
estos días comienza a introducirle correcciones, refrescamientos e
innovaciones a los que se habían dado en llamar axiomas en la
experiencia histórica mundial: no es cierto que el colonialismo proceda
siempre después de agresiones políticas, militares y económicas desde
afuera, pues en un país sudamericano se dio el caso en que, una nación
soberana, llamó al gobierno de un país extranjero para que la invadiera,
y de pasó comenzó a pagarle una altísima factura para mantener la
ocupación.
Una por la cual el país invadido se ha ido
destruyendo metódica y criminalmente y a sus habitantes se les ha
impuesto una carestía de alimentos cercana a la hambruna, y un
desabastecimiento de medicinas que no puede calificarse sino de
genocidio.
No es, por supuesto, lo que se dice en el
memorial de agravios que Jorge Giordani, le dirigió hace tres días a
Maduro (pues de trata de dos corresponsables y principales de la
tragedia que enluta a Venezuela, llamándolo “incapaz, improvisado,
derrochador, despilfarrador y carente de liderazgo”), pero dejando claro
que se refiere a un “bacalao”, un punching ball, a un comodín al que
siempre recurrirán los acusados cuando tengan que descargarse de la
culpa de haber destruido a Venezuela para entregarle sus ruinas a unos
invasores extranjeros.
@MMalaverM
No hay comentarios:
Publicar un comentario