viernes, 31 de mayo de 2013



El Nuevo País               31 de Mayo de 2013


EL PROBLEMA NO ES IDEOLÓGICO, NI  DOCTRINARIO, 
sino de papel toalé, aceite vegetal, harina de maíz, mantequilla y demás productos básicos de la dieta diaria.

Rafael Simón Jimenez        Tiempo de verdades 

Las tímidas medidas de apertura económica, tomadas por el precario gobierno de Nicolás Maduro, bajo el imperio y la premura de una crisis que apenas asoma sus afilados colmillos, tienen una doble debilidad. En primer lugar son a todas luces insuficientes para paliar los efectos demoledores que sobre el bolsillo y la calidad de vida de los venezolanos tiene esa triple tenaza de inflación, devaluación y desabastecimiento; y en segundo lugar, son un claro cuestionamiento al modelo ruinoso y empobrecedor que deliberadamente puso en escena Hugo Chávez, y cuyos fundamentos responden a viejas y fracasadas tesis marxistas y comunistas  a las que se adscriben conscientes o mecánicamente los sectores más dogmáticos, radicales y atrasados del chavismo.

Eso lo sabe suficientemente el cuestionado Jefe de Estado. De allí, que mientras negocia y hace carantoñas y concesiones al Grupo Polar, o abre un diálogo con distintos sectores productivos ofreciéndoles dólares y condiciones para el reinicio o la expansión de sus actividades, también mantiene una monserga y una fraseología  "revolucionaria" que fustiga a los dueños del capital, y que habla sin creer un ápice en lo que dice de la construcción del socialismo del siglo XXI.

El desastre de las finanzas públicas, el enorme déficit fiscal, la hipoteca del país, la entrega de nuestros recursos a países extranjeros, la desbocada inflación y las carencias de productos básicos para la diaria subsistencia, conforman un cuadro ruinoso, absolutamente inviable, que fue el resultado de 14 años de unas prédicas y unas prácticas que bajo el paradigma del control omnipotente del Estado, se encargó de expropiar, confiscar, invadir, atropellar y depredar al sector productivo privado, confiando en que los altos precios del petróleo permitirían sostener ese disparate detrás del cual se delataban claras intenciones de predominio personal, control social y hegemonía política.

Ahora el problema no es ideológico, ni doctrinario, sino de papel toalé, aceite vegetal, harina de maíz, mantequilla y demás productos básicos de la dieta diaria, tras los cuales los venezolanos tienen que vivir penurias y calamidades inenarrables, y cuya paciencia frente a tanto agravio pareciera a ratos arañar los límites . Frente al resultado de sus propios disparates y desafueros, de su basurero ideológico, y de su ideario refractario a toda modernidad, no queda más remedio que apelar al cochino pragmatismo, a la deleznable negociación con los enemigos de clase, a las concesiones a quienes sistemáticamente han sido estigmatizados como usureros, especuladores y hambreadores del pueblo. El dilema no es filosófico sino práctico. O vuelven los productos de la dieta diaria a los anaqueles o el que puede salir de Miraflores es el de por sí cuestionado Presidente en funciones.

Ahora el problema de fondo no es coyuntural, ni táctico, sino estructural y estratégico. O en Venezuela se reconstruye un fuerte sector productivo privado, en medio de un entorno de seguridades y garantías, y se deja a un lado ese mondongo de ideas fracasadas y anacrónicas del mal llamado socialismo del siglo XXI, o simplemente será el propio pueblo, hambreado y obstinado, con la propia base popular chavista en rol protagónico, quienes se encargarán tempranamente de sacarlos del gobierno.





       

No hay comentarios:

Publicar un comentario