Puerto Rico es menos colonia de Estados Unidos que Venezuela con
respecto a Cuba; con la ventaja de que en Puerto Rico se consigue papel
tualé ¡sin hacer cola!
Nos sentimos desconcertados, como a la deriva.
A veces pienso que somos niños inocentes que viajamos sin frenos por la
bajada de Tazón, en un autobús conducido por un tipo maluco, sordo y
ciego que, por mala suerte, no es mudo.
Lo que en este momento
desespera es la angustia que produce esta incertidumbre que paraliza.
Angustia de impotencia y rabia por no querer seguir aguantando insultos e
irrespetos por parte del gobierno.
Soy de los que creen en la
salida electoral y democrática de este marasmo en el que nos
encontramos. Pero me pregunto: ¿hasta cuándo vamos a seguir esperando
con los brazos cruzados que estos dementes terminen de destruir lo poco
que nos han dejado de país?
Soy guerrillero del optimismo, pero en este momento estamos llegando al punto de no tener nada que defender.
Paulatina y sistemáticamente, institución por institución, todas se han desmoronado ante nuestros ojos.
Si
no nos ponemos las pilas bien puestas nos puede pasar lo que les
ocurrió a los judíos en la Alemania de 1931, cuando los nazis empezaron
con una simple discriminación racial que culminó en el Holocausto.
Al
principio, los judíos pensaron que Hitler era un “loquito” y que tarde o
temprano saldría del poder. Cuando pudieron sacarlo, no hicieron nada
suficientemente contundente. Reaccionaron demasiado tarde y ya no tenían
nada que defender, su única alternativa de vida era la muerte, el
exterminio como realidad inevitable, y, así, fueron eliminados cual
rebaños de inocentes que van al matadero.
Cuando digo que somos
niños inocentes es porque, hasta ahora, así es como nos hemos comportado
los demócratas, los que como yo somos culillúos y nunca aprendimos a
manejar armas ni a tirar coñazos.
Venezuela es un autobús sin
freno, y algunos pasajeros son los que por comodidad, irresponsabilidad
y, sobre todo, por tenerle miedo al chofer, se alían vergonzosamente a
él y a sus retrógradas ideas, aun sabiendo que en el desastre final
también ellos desaparecerán.
Nos conocemos y somos conscientes de
que algunos de los niños que nos acompañaron en el pasado se comportaron
durante 40 años como irresponsables al echar a perder los frenos,
mientras que otros regaban aceite en la bajada de Tazón.
Ya no
somos los niños de ayer. Dejamos de ser los pequeños ingenuos que hace
40 años, inconscientemente, abordamos un autobús que más o menos andaba.
La
emergencia nos ha hecho crecer. Nos enseñó a estar unidos y a no
continuar peleando entre nosotros por la merienda o por juguetes que no
queríamos compartir.
Ya no somos chiquitos, tampoco ahora pueden
existir “Ni-Ni” que son realmente ayudantes castrados del chofer.
Queremos seguir viviendo y, si es posible, hacer felices a nuestros
hijos que pronto abordarán el mismo autobús.
Si ahora no logramos
frenar, terminaremos en el cementerio, frente a una inmensa tumba donde
un enterrador nos dirá: “Aquí sí cabemos todos”.
Llegó el momento
de obligar al chofer sin permiso para conducir a detenerse en una parada
donde los venezolanos, con banderas de todos los colores, podamos tener
la oportunidad de salvar nuestro maltratado vehículo, aunque haya que
cambiar de motor, reparar el tubo de escape e inflar los cauchos.
Si sacamos mayoría en la Asamblea y en las presidenciales, entonces, ¿por qué somos colonia de Cuba?
¡Libertad y papel tualé ya!
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