viernes, 2 de noviembre de 2012

CARICATURA DE UNA DEFENSORA DEL PUEBLO.

Hay en este país cosas mucho más importantes, urgentes y delicadas que atender, cosas en las que está en juego el derecho a la vida de los venezolanos
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GOLCAR ROJAS MARQUINA. Hay algunas declaraciones de funcionarios públicos que me hacen volver una y otra vez sobre la noticia. La leo y la releo. La veo en un medio y la busco en otro para ver qué diferencias encuentro entre la forma como la publica cada uno. La googleo a ver si hay otras publicaciones al respecto o si hay audios que den autenticidad a lo que estoy leyendo. La información se queda en mi cabeza como un eco que retumba todo el día, tratando de masticar y digerir lo que he leído en la prensa.
 Por lo que pude investigar en internet se trató de una nota de prensa originada a partir del programa de radio “La voz de la Defensoría”, que transmite Radio Nacional de Venezuela, medio oficialista, y publicada por la Agencia Venezolana de Noticias (AVN), agencia también oficialista y que los demás medios de comunicación se encargaron retransmitir casi sin modificar su contenido.
 Decía Ramírez que “Es importante revisar estas caricaturas porque la Defensoría del Pueblo tiene la obligación de fijar posición ante ese tipo de actitudes que deben ser desterradas de la sociedad”.
 Leí estas líneas y no pude menos que alabar el alto sentido de responsabilidad con el cargo que detenta Gabriela Ramírez y que se desprende de esa aseveración. Una actuación impecable de la funcionaria y cónsona con el mandato dado por la Constitución, sin lugar a dudas.
 Entrecomillado más adelante, se encuentra el siguiente comentario:
“No se puede llamar arte a estas expresiones que no comulgan con el pueblo y que, además, lo insultan, lo descalifican y lo desprecian sólo por su manera de pensar”.
 A pesar de no saber en qué parte de las funciones otorgadas a su cargo, se establece la facultad de decidir qué puede ser considerado arte y qué no; no tengo más remedio que coincidir con la Defensora en que uno no puede aupar manifestaciones que insulten, descalifiquen o desprecien a las personas solo por su manera de pensar, aunque me queda la duda de si Ramírez, además de estar capacitada y facultada para determinar qué es arte o no, también lo está para decidir qué es un insulto, descalificación o desprecio en una obra plástica.
 Pero sigue la nota de prensa con las comillas, en señal de que lo que se escribe es cita textual de lo expresado por la funcionaria en el programa radial, y dice:
“La Constitución es muy clara con respecto a la libertad de expresión, la cual tiene el coto de no promover el odio, la discriminación ni el racismo, y es precisamente lo que estos señores están haciendo”.
Otra vez impecable e irreprochable la parte en la que específica que la Constitución “tiene el coto de no promover el odio, la discriminación ni el racismo”. Quién podría estar en desacuerdo o contradecir semejante afirmación si precisamente es una de las sentencias constitucionales que nos garantizan que todos seamos iguales ante la ley y que no permite que seamos segregados o discriminados por ningún motivo.
 Determinar que una obra de arte y, más aún una caricatura, que se puede interpretar de múltiples formas de acuerdo a quien la observa, va en contra de esos principios igualitarios estipulados en la Constitución es algo tan absolutamente subjetivo que, por lo menos, luce apresurado y de una profunda ligereza asegurar que los artistas y obras que se investigarán, están promoviendo el odio, la discriminación o el racismo en sus obras.
 La noticia me retumba en la cabeza. Siento que hay algo más, además de la ligereza de la funcionaria para tomarse atribuciones que no le corresponden, que me perturba y me deja inquieto e indignado. La vuelvo a leer y es cuando caigo en cuenta que lo que más me molesta de la información es “la ausencia”.
 Sí. La ausencia de la Defensora durante 14 años de atropellos a todos los venezolanos por parte del presidente Chávez y de su gobierno sin que ella se haya dignado, ni siquiera una vez, aunque fuese por cubrir las apariencias y demostrar ese diligente sentido del deber y la obligación que hoy muestra ante las caricaturas de marras, en alzar su voz para defender a esa mitad del pueblo venezolano que diariamente es insultado, vejado, descalificado, discriminado, burlado, adjetivado e instigado a odiar y ser odiado en cadenas de radio y televisión.
 ¿Cómo es que la Defensora del Pueblo tiene la capacidad de interpretar unas caricaturas y determinar que sus autores están promoviendo el odio, la discriminación y la descalificación del pueblo y no es capaz de entender los insultos, epítetos y adjetivos descalificativos que el presidente nos ha enrostrado desde que asumió el poder y que continúa haciendo cada vez con más virulencia?
 ¿O es que yo, por ser opositor, no soy pueblo y no merezco ser defendido por el despacho que por mandato constitucional debe estar al servicio y defensa de todos los venezolanos y no solo de los seguidores del presidente?
 ¿Por qué la Defensoría del Pueblo, en lugar de defenderme de las caricaturas, no me defiende de la delincuencia y le hace una investigación al gobierno para ver por qué no ha actuado con diligencia y fuerza para garantizarnos el derecho a la propiedad y, sobre todo, a la vida?
 ¿Por qué la Defensoría del Pueblo, en lugar de defenderme de las caricaturas, no insta al gobierno a arreglar las carreteras asesinas, esas guillotinas por las que millones de venezolanos tienen que desplazarse diariamente poniendo en riesgo sus vidas?
 ¿Por qué la Defensoría del Pueblo, en lugar de defenderme de las caricaturas, no me defiende de los abusos del CNE, del descarado ventajismo mostrado por el gobierno en las pasadas elecciones y de la utilización de medios del Estado para hacer proselitismo político a favor del régimen?
 ¿Por qué la Defensoría del Pueblo, en lugar de defenderme de las caricaturas, no me defiende de las multas y cierres arbitrarios del Seniat en esas campañas de fiscalización que hace el organismo en las que la única orden que dan a sus fiscales es: “Salgan, multen y cierren”, sin importar que el establecimiento cumpla o no con sus deberes formales?
 ¿Por qué la Defensoría del Pueblo, en lugar de defenderme de las caricaturas, no me defiende de los ruleteos por hospitales en los que los pacientes pierden la vida porque no consiguen los centros hospitalarios aptos y abastecidos con lo necesario para salvarlos?
¿Sabe qué, señora Defensora?
 Le agradezco su preocupación por lo que las caricaturas puedan producirme a mí y a todos los venezolanos en la autoestima y en la psique. Es muy loable que usted defienda a los ”pobres seguidores del presidente Chávez” de los prejuicios que le puedan ocasionar semejantes publicaciones; pero, hay en este país cosas mucho más importantes, urgentes y delicadas que atender, cosas en las que está en juego el derecho a la vida de los venezolanos, de TODOS, tanto los que están con Chávez como los que nos oponemos, y para los que la Constitución sí la ha facultado a usted para actuar, y no lo ha hecho. Todavía está a tiempo.
GOLCAR ROJAS MARCANO |@CodigoVenezuela

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