Aquì se opina 27/11/2012 |
El fracaso del totalitarismo venezolano
Las crisis son dinámicas, tienen desenlace y éste no parece ser el esperado por el "gran timonel"
|
Hay quienes podrían pensar que es una tonta ilusión, una intención manifiesta de engañar a los demás o, peor aún, de engañarse a sí mismo, el hablar del fracaso, desengaño o plazos existenciales breves de un proyecto, de un movimiento y del hombre que los lidera.
Sin caer en el pantano de las teorías sobre el fraude, el ventajismo, las carretadas de billetes repartidos y demás argumentos, nadie puede negar la vigencia de un fenómeno político electoral cuya negación es el primer y fundamental error a la hora de rastrear las consecuencias de una derrota.
Es difícil, claro, porque en buena lógica y haciendo abstracción del análisis sobre la estrategia y comportamiento de la oposición, nadie en su sano juicio puede comprender cómo puede ser ratificada una tendencia política que tiene al país sumido en la ruina, la violencia, la desesperanza y a punto de dar el paso hacia las taras totalitarias con el asentimiento decidido, quizás ciego, quizás ignorante, quizás feliz de ser nariceada, por parte de una considerable mayoría.
Y, sin embargo, con toda subjetividad, uno se atreve a aventurar que el proyecto totalitario (la palabreja debería causar más temor que la inexacta de "comunismo"), a la larga (o a la corta) no sólo está condenado al fracaso sino que ya está fracasando.
No puede ser de otra manera cuando la vía democrática hacia la dominación total presenta dos debilidades básicas. Una, la dependencia angustiosa del factor renta petrolera y otra, la pérdida, a contrapelo, de su objetivo principal, que no es otro sino el control social.
El socialismo real venezolano (versión posmoderna de las viejas revoluciones del siglo XXI), basado en la democracia para liquidarse a sí misma sólo ha sido posible gracias al financiamiento, con siderales cifras de dólares, procedentes en su mayor parte de EEUU. Con ese bálsamo se han lubricado las tensiones sociales y se atiende, a medias, robo descarado incluido, a una clientela relativamente satisfecha.
El día en que los precios del petróleo no puedan cubrir una demanda cada vez mayor y más exigente, las convicciones comenzarán a flaquear. La otra es el método de la destrucción del orden establecido (condición esencial de toda revolución que se precie), es decir, la creación del caos, para fundar un nuevo orden según lo estipula la doctrina, valga decir, las premisas marxistas leninistas.
Pues bien, la forma lenta y progresiva (la clásica es violenta e inmediata) efectivamente ha logrado dinamitar parte del sistema democrático, pero ese período de caos y anarquía, ha sido tan largo que no es el control lo que se está imponiendo, sino todo lo contrario. Pero las crisis no son estáticas, tienen un desenlace y éste no parece ser el que esperaba el gran timonel.
@rgiustia/DO
Sin caer en el pantano de las teorías sobre el fraude, el ventajismo, las carretadas de billetes repartidos y demás argumentos, nadie puede negar la vigencia de un fenómeno político electoral cuya negación es el primer y fundamental error a la hora de rastrear las consecuencias de una derrota.
Es difícil, claro, porque en buena lógica y haciendo abstracción del análisis sobre la estrategia y comportamiento de la oposición, nadie en su sano juicio puede comprender cómo puede ser ratificada una tendencia política que tiene al país sumido en la ruina, la violencia, la desesperanza y a punto de dar el paso hacia las taras totalitarias con el asentimiento decidido, quizás ciego, quizás ignorante, quizás feliz de ser nariceada, por parte de una considerable mayoría.
Y, sin embargo, con toda subjetividad, uno se atreve a aventurar que el proyecto totalitario (la palabreja debería causar más temor que la inexacta de "comunismo"), a la larga (o a la corta) no sólo está condenado al fracaso sino que ya está fracasando.
No puede ser de otra manera cuando la vía democrática hacia la dominación total presenta dos debilidades básicas. Una, la dependencia angustiosa del factor renta petrolera y otra, la pérdida, a contrapelo, de su objetivo principal, que no es otro sino el control social.
El socialismo real venezolano (versión posmoderna de las viejas revoluciones del siglo XXI), basado en la democracia para liquidarse a sí misma sólo ha sido posible gracias al financiamiento, con siderales cifras de dólares, procedentes en su mayor parte de EEUU. Con ese bálsamo se han lubricado las tensiones sociales y se atiende, a medias, robo descarado incluido, a una clientela relativamente satisfecha.
El día en que los precios del petróleo no puedan cubrir una demanda cada vez mayor y más exigente, las convicciones comenzarán a flaquear. La otra es el método de la destrucción del orden establecido (condición esencial de toda revolución que se precie), es decir, la creación del caos, para fundar un nuevo orden según lo estipula la doctrina, valga decir, las premisas marxistas leninistas.
Pues bien, la forma lenta y progresiva (la clásica es violenta e inmediata) efectivamente ha logrado dinamitar parte del sistema democrático, pero ese período de caos y anarquía, ha sido tan largo que no es el control lo que se está imponiendo, sino todo lo contrario. Pero las crisis no son estáticas, tienen un desenlace y éste no parece ser el que esperaba el gran timonel.
@rgiustia/DO
@superconfirmado
No hay comentarios:
Publicar un comentario