sábado, 8 de diciembre de 2012


SOBRE LA MARCHA
Por ELIDES J. ROJAS L.

De la matraquita al secuestro

08.12.2012
01:44 PM
Usted conduce sin presión, escuchando la musiquita que le gusta en radio o en CD, lejos de los pocos programas de opinión que quedan activos. Se detiene en un semáforo y, de repente, así como un fantasma, aparece un Policía Nacional que justamente hace un par de segundos no estaba en ese punto de la isla. Magia. Pero ni tanto. El siguiente paso es la realidad socialista, la de todos los días.


Toque repetido en el vidrio y "te me paras allá, a la derecha". Caminar pausado, parsimonia del poder y el clásico "pásame todos tus papeles" con una agenda roja toda sucia debajo del brazo y la otra mano extendida. El conductor, o conductora (para rendir respetos al glosario chavista), en medio de una tembladera entregará el abanico de papelitos plastificados que para el policía significan individualmente una tarifa específica, según la multa legal. Por ejemplo, si usted no tiene la licencia la multa es grande, pero la contribución al almuerzo del policía puede andar por la mitad o un 30% de la multa que dejará de cobrar el gobierno revolucionario. "Mire pajarito, o pajarita, todo está bien, pero hay un problemita. Usted no tiene puesto el cinturón de seguridad". ¡Ay papá! Alcabala nueva. Matraca nueva. Y aquí no hay democracia, socialdemocracia, comunismo o socialismo que valga. "La multa son 900 bolívares fuertes; es decir 900 mil de los viejos; pero los tiene que ir a pagar al banco y, mientras, su carro queda retenido aquí mismo a la espera de la grúa. Le hago la notificación para que vaya al banco y después se va directo al estacionamiento Alí Primera a reclamar su vehículo con la nota de pago. Pero, claro, siempre hay cómo arreglar las cosas".


En este momento el policía saca la agenda que tenía apretada debajo del brazo y suelta, mirando para los lados, "si me das para el pollo, te quitas este problema de encima". El conductor, ya técnicamente matraqueado, saca cuentas. Dejar el carro en manos de este malandrín, ir al banco, pagar 900, regresar al estacionamiento, pagar grúa. Nada. "Cuanto me cuesta el pollo". "La mitad de la multa, en efectivo". "Ok. Salgamos de esto". El policía le entrega a la víctima la agenda roja sudada y le dice: "adentro hay una Constitución. Abrala y meta los reales ahí. Sin bandera". Listo. Se salvó el día o el día apenas comienza. Vaya usted a saber. Pero no termina. El malandrín de uniforme despide la matraca revolucionaria así: "Ya sabe. Póngase el cinturón de seguridad. Es por su bien y el de los demás".


Este episodio se vive todos los días en toda Venezuela desde los tiempos de José Gregorio Hernandez. No hay revolución que acabe con esto ni proceso que haga de los funcionarios menos malandros de lo que los hace la autoridad. Pero, micomandantepresidente acaba de ganar sus elecciones y queda habilitado por otros seis años más. El mismo hombre que prometió acabar con los niños de la calle y en hacer del bolívar una moneda fuerte y sólida, tal vez pueda, con algo de trabajo y permanencia en el país, sacudir el malandrinaje que se metió de lleno en los uniformes de la seguridad del país. Porque la matraquita es apenas el entrenamiento antes de pasar a la siembra de drogas, el secuestro, el cobro de vacunas y hasta el trabajo conjunto con pranes presos y otras joyitas de la fauna delictiva nacional.


Un chavista que se respete le dirá con voz fuerte que ahora las policías son socialistas y tienen conciencia socialista. Por tanto, son honestas.


Todos saben que no. Esto es tiempo perdido.


Twitter: @ejrl

No hay comentarios:

Publicar un comentario